Cuando era pequeña alguien me dijo, una vez en el momento indicado, que “lo mejor de la vida es lo que nunca esperas”. Tal vez, y ahora que lo pienso bien, la palabra ‘inesperado’ ha resultado ser una de mis preferidas a lo largo de mi vida. Este último fin de semana, frente al horizonte que tanto me gusta en Cabo de Palos, con esa sensación de fresco en la cara y el golpe de la brisa jugando a enredarme el pelo, volví a recordar la historia de Marta y Felipe. ¡Qué mágico puede resultar, a veces, eso que nunca esperas! Con todo el ir y venir de la boda y sus preparativos, no había tenido tiempo suficiente para reflexionar sobre ello. ¿Sobre qué?
Sobre las primeras miradas, sobre ese primer e inocente “hola” que, entonces, no sabes que jamás va a ir acompañado de un “adiós”; de las primeras tomaduras de pelo, de los primeros chistes con y sin gracia, de ese primer encuentro en una terraza bajo el Sol, de las primeras mariposas, las que dicen mueren en el primer año, pero es mentira; de los primeros besos, de los primeros amaneceres entre sábanas enredadas… Del primer “te quiero para siempre”.
Marta y Felipe se conocieron en mitad del campo, en mitad de la naturaleza más pura, hace muchos años, en un día, precisamente, inesperado. Ella tenía entonces 14 años, él 20 primaveras. Pasarían varios otoños de hojas caducas y de alguna que otra palabra perenne, varios eneros de frío pero también de chaquetas sobre sus hombros; de algún caluroso verano de inocentes miradas… Lo que comenzó un día de esos que nunca esperas, se convirtió, a los 18 de Marta, en una primera cita. No sé qué cenarían aquella noche, pero sí sé que el postre fue amor.
Hoy quiero compartir con vosotros toda esta gran historia que yo tuve el privilegio de vivir en primera persona junto a la bellísima Tatiana de Two Be Weddings, juntas formamos el tándem perfecto. Este es uno de esos maravillosos ejemplos que siempre os cuento sobre la implicación de La Alquimista en todas y cada una de vuestras vivencias. Os llevo conmigo, en mis recuerdos, en mi vida. Me ayudáis a crear mi propia historia, porque sois parte indispensable de ella.
15 DE MAYO DE 2021
Todos y cada uno de los proveedores que participaron en la boda de Marta y Felipe el día 15 de mayo pusieron su granito de arena para que el resultado fuera simplemente, ¡espectacular! Os voy a hablar un poquito de cada uno de ellos.
La Parroquia del Inmaculado Corazón de María y la finca La Gaivota fueron elegidos por los novios como lugares de celebración del enlace.
Por fuera, el ladrillo rojo de la fachada de la Iglesia la hace parecer muy austera, sensación que se compensa con los tonos blancos e impresionantes frescos que resaltan en su interior.
La Gaivota es una finca familiar de procedencia gallega a pocos kilómetros de Madrid. Recientemente fue reformada por el famoso paisajista Caruncho. La reforma fue algo espectacular tanto en el interior de las casa como en todo el jardín. Como era de esperar, el catering de Medems estuvo a la altura del lugar en todo momento.
La papelería fue obra de arte de Amae Paper Studio. Invitaciones con caligrafía hechas a mano y diseños hechos en acuarelas. Fue la responsable de muchos de los elogios y aplausos por parte de los invitados.
La guinda al pastel la puso Flores Brunia, junto a la decoración de luces, orquestada por Luces de Cuento.
Brunia tenía una misión bastante importante y complicada a la vez, reflejar el estilo boho y trasladar a los invitados a Marbella. Gracias a las pampas, palmeras y eucaliptos, entre otros, la finca cobró un protagonismo especial.
Cada rincón de la finca tenía un toque boho que se buscó desde el principio. Los muebles (@crimons_rent_event) hechos de bambú y mimbre y la mantelería tuvieron su parte de protagonismo, ya que gracias a estos la sensación era como estar en la playa pero a escasos minutos del centro de Madrid. La carpa/kiosco era un cielo de lámparas de Ratán a diferentes alturas. La combinación con bombillas de colores cálidos se respiraba un aire totalmente desenfadado y bohemio.
Lo de Marta y la diseñadora Marcela Mansergas fue un auténtico flechazo, ya ninguna es muy convencional que digamos. La predilección por los pantalones por parte de la novia se intuyó también el gran día.
Marta rompió con los estereotipos convencionales y lució un tres piezas de pantalón, top y chaleco. De talle alto con efecto de cola, el pantalón parecía un vestido al estarse quieta; pero al caminar era, literalmente, una obra maestra.
El chaleco era, sin duda, la joya del conjunto. Largo, con cola y bordado a mano. ¡Una preciosidad!
Entre los detalles estaban los pendientes de zafiros (de @joyasvintage) de la década de los 40, regalo de su abuela, una pulsera de diamantes procedente de la abuela materna y las alpargatas de @flordeasoka.
Fotos por LIVENPH (www.livenph.com)