Dicen que los amores de verano son tan fugaces como las perseidas. Duran un tiempo limitado, pero la intensidad es, a veces, difícilmente explicable. Tanto, que te da tiempo a pedir un montón de deseos, de los que se desean de verdad, a emocionarte mientras lo haces, a pensar en ellos con ganas e ilusión, a creerlos y esperarlos. Todo, mientras ves como desaparecen en el cielo oscuro una noche de verano. Y sin más, ese momento tan corto e interminable a la vez, llega al final, y simplemente se disuelve a años luz de ti.
Así son los amores de verano o, al menos, los normales amores de verano. Cortos, intensos e inolvidables. Sin embargo, hay alguno que se escapa a lo común y pierde por el camino una de sus características. Intenso, inolvidable… pero no corto ni finito. Así es la historia de Iria e Iván.
19 de julio de 2002. El verano en Lugo era una cita ineludible para los dos. Para los dos por separado. Gallegos ambos, pero con destinos a priori diferentes: él estudiando aparejadores en La Coruña, ella Derecho en Getafe. ¡Kilómetros de separación! ¡Kilómetros para encontrarse! Sin embargo la tierra llama, y si eres del Norte me atrevo a decir que más. Volver a casa en las fiestas veraniegas es todo un clásico que ellos llevaban a rajatabla; pero aquel verano, aquella noche de verano, no iba a ser igual que otras. Comenzaron a salir el 20 de julio de 2002, flechazo entremedias, y el pasado 20 de julio de 2022 se casaron. ¡En su vigésimo aniversario!
Ellos tienen su propia perseida en el cielo, una cargada de deseos, que les ha traído, entre otras muchas cosas, a sus dos grandes pilares: Noa y Bran. Un amor de verano infinito, una estrella que nada tiene de fugaz y que aún mantiene otros tantos deseos por cumplir.
Dicen, que si miras el cielo veraniego de Lugo, aún la ves pasar… inagotable, interminable.
Iria e Iván tenían muy claro desde el principio que fuese donde fuese, querían tener una boda sencilla. De ahí que nos decantásemos por esta casa privada a las afueras de Madrid (en la zona de la Florida) especializada en eventos particulares. ¡Era una localización especial, íntima y muy acogedora!
Su naturalidad se vio también reflejada en la vestimenta de los novios. El vestido de novia era un diseño de color nude con pedrería de Adrianna Papell, que combinó con un bonito y sencillo tocado de plumas. El novio se decantó por un clásico, un traje de chaqueta en tono gris de Hugo Boss.
Conocida como “velo de novia”, la paniculata decoró las mesas de la finca.
Del catering se encargó La Srta. Scott, quien preparó para la llegada de los invitados unas limonadas caseras de los más «fresquitas».
Durante un par de horas se ofreció una barra libre de coctelería de la mano de @de_bussion, quienes prepararon el clásico mojito para los amantes del ron y los no tan conocidos pero delicioso Bramble (elaborado con ginebra) y Tommy’s Margarita (con tequila).
Iván es un «friki» de Star Wars, de ahí que el candy bar tuviese la temática de la saga de George Lucas. Brownies, cake pops, cupcakes, galletas, chucherías… todo fue obra de las chicas de Casa Golosa.
¡Fue una boda de los más diferente, con Scape Room incluido! Los novios contrataron a la empresa Enigmatium para amenizar antes de la cena con la actividad «Salvemos al profesor Nuremberg». Fueron 65 minutos de mucha intriga y mucha diversión.
Destacó el ambiente relajado y animado de todos los invitados. ¡Creo que conseguimos que se sintieran como en casa!
Todas las fotos son de @loren_photography.